Carlos Fos
(Subdirector del Centro de Documentación del CBA, Teatro San Martín)
Nacido en Besanzón, en el centro de la región del Franco Contado, hijo de um acomodado comerciante de tejidos, la vida de Charles Fourier transcurrió de manera más bien trivial. Sin embargo, su pensamiento era anticonformista hasta la extravagancia; aborrecía la civilización urbana y privilegiaba la libertad del individuo por encima de la centralización económica y política que se estaba imponiendo por doquier.
Precursor de la cooperación, Fourier denunció las infamias del comercio y Del colonialismo; condenó el trabajo asalariado por ser una “servidumbre indirecta”, la religión, la familia y la subordinación de las mujeres. Fue uno de lo primeros socialistas que entendieron la importancia de estudiar la economía política y desde su primer libro, Teoría de los cuatro movimientos (1808), denunció las mentiras Del liberalismo, mostrando con claridad meridiana que las personas dedicadas a perseguir intereses propios no logran el bienestar de la sociedad, sino el dano colectivo.
Encontramos en la obra de Fourier datos sumamente importantes, que marcarán definitivamente su huella en el devenir histórico de la cultura europea. Nos estamos refiriendo, por ejemplo, al realce que le otorga al derecho al trabajo. Sin duda, la reivindicación del derecho al trabajo es de hechura fourioriana, ya que fue precisamente este pensador quien más empeño mostró en divulgar la enorme importancia que, para el desarrollo de sociedades armónicas, tiene el estricto cumplimiento del más sagrado de todos los derechos: el derecho al trabajo. Este derecho debía ser consagrado en condiciones favorables para el que lo ejecutaba y no en las impuestas por la sociedad del siglo XIX. En su concepción de mundo solidario, no había lugar para la explotación o la reducción a la esclavitud laboral del hombre.
Fourier quería acabar con la Civilización (que a veces denomina Industrialismo y emplea como sinónimo de capitalismo) por medio de la educación y la experimentación. No creía en la violencia como método, hecho que lo alejó de otros teóricos socialistas utópicos que la reivindicaban. Con un marco psicológico, enfatizó las motivaciones profundas que traban el
alma. Si se encuentran mal dirigidas, las pasiones desembocan en rivalidades malévolas, violencia y fraude, sin embargo, esto no se debe a la naturaleza humana, sino a la represión. Las pasiones no hay que comprimirlas, sino armonizarlas: cada persona lleva adentro los impulsos necesarios para realizar uma actividad creativa y sería suficiente combinarlos libre y convenientemente para dar pie a la “verdadera asociación”.
En Armonía, las asociaciones se articularían a partir de las diferentes ramas de una misma industria o de una misma pasión. Destacado inventor de palabras y conceptos, Fourier proyectó edificios que llamó Falansterios y que reemplazarían a las casas-habitación y a la institución básica de los civilizados, la familia. Habitado por unas mil quinientas a dos mil personas, cada Falansterio articularía lãs vocaciones y aptitudes de sus integrantes en las series progresivas o series pasionales, grupos con una graduación variables de edades, así como de fortunas y caracteres.
Contrario a lo que muchos piensan, Fourier no se limitó a trazar los lineamientos un futuro posible, mostrando que es necesario realizar la emancipación individual no sacrificando la felicidad de hoy a la felicidad futura. Predicaba que los hombres disfrutaran del momento, evitaran toda unión de matrimonio o de interés que no satisficiera sus pasiones desde el mismo instante. Puesto que el placer y el deseo son la fuerza motriz de la historia humana, “el nuevo mundo amoroso” no sólo debe ser superior al actual materialmente y moralmente, sino también más atractivo para el individuo y la colectividad.
Comprendió así que el problema de la felicidad es más complejo que el de la justicia, insistiendo en un aspecto crucial de la teoría de la emancipación: la vida cotidiana. La solución implicaba la liberación del amor, el sexo y las pasiones de las camisas de fuerza impuestas por la religión, la moral y los gobiernos.
Las ideas de Fourier no encontraron eco práctico en Europa, pero sí hubo diversas experiencias exitosas en América, especialmente en México y en Entre Ríos, Argentina.
La política de apertura a la inmigración planificada por parte de Urquiza dio como resultado la creación de distintas colonias de explotación agropecuaria. Em San José, se instaló un emprendimiento poblado mayoritariamente por alemanes. En 1874 llega a la colonia San José un nuevo inmigrante suizo llamado Jean Joseph Durando. Nacido en Evionnaz, cantón de Valaiz, este enigmático hombre realizó distintos oficios en la región, desempeñándose como relojero, herrero y carpintero. Esto le permitió ser ampliamente reconocido entre los colonos encontrando en ellos los colaboradores necesarios para poner en práctica las teorias socialistas creadas por Fourier. Es así que un importante número de alemanes y suizos recién llegados a Entre Ríos integran alrededor de 1880 una comunidad agrícola –industrial bajo las normas de convivencia y organización de un falansterio. El experimento socialista abarcaba poco más de doscientas hectáreas y estuvieron habitadas inicialmente por casi mil personas que vivían en una serie de construcciones comunitarias ubicadas alrededor de una plaza central a la que se accedía a través de una larga calle bordeada de árboles. Se trató de la primera y única concreción real del sueño del pensador francés en Argentina. Fue una respuesta a las acusaciones de locura y falta de visión realista com las que desprestigiaron a Fourier. Un anticipo tal vez de esa gran Oda que le dedico el maestro del surrealismo, Bretón, cuando escribió que la indigencia, la falsedad, la opresión, las matazones siguen siendo los mismo males por los que Fourier marcó a fuego el mundo de los civilizados. Y aunque se burlaron de él, algún dia tendrán que probar su remedio.
Hacia 1890, el Falansterio de Durando, como era conocido en Entre Ríos, contaba con iluminación a carburo en las calles y poseía además un novedoso sistema de producción de energía para el funcionamiento de los talleres sobre la base de máquinas de vapor. El falansterio producía todos los alimentos que consumían sus habitantes: había hectáreas dedicadas al cultivo de hortalizas, monte de frutales y viñedos, además fabricaban vehículos de transporte, y en los talleres se reparaban chatas y sulkys. De la herrería salían máquinas agrícolas de avanzada tecnología, funcionaba además un molino harinero, un horno de ladrillos, y una carpintería, se confeccionaba también la ropa y el calzado para todos los miembros de la comunidad.
Kurt Welk, un inmigrante alemán, que había participado de intentos de conformación de comunidades de acuerdo a los principios del socialismo utópico em Centroamérica, se unió al falansterio de Entre Ríos en 1906. Era un ferviente defensor del arte como liberador de los pueblos y especialmente confiaba en el teatro como vehículo de ideas y creador de espíritus críticos. Nos cuenta que tênia apenas 23 años, pero que su experiencia en tareas artísticas comunitarias se remontaba a su infancia, en las escuelas de experimentación social en Alemania. Welk concebía al teatro como un disparador de emociones que como tales, aisladas, eran inútiles catarsis, pero con un texto adecuado se convertían en un material valioso para concientizar. Sus orígenes fueron anarquistas, pero el relativismo exagerado que observó en ese movimiento lo inclinaron a dejarlo. El socialismo que profesa es probablemente la corriente política en torno a la cual ha habido más desinformación o equívocos a la hora de describirla. En lo esencial, considera que es un ideal que preconiza la modificación radical de las actuales formas de organización social, que tanta injusticia, dolor, sufrimiento y miseria acarrean a la mayoría de las personas del mundo, buscando suprimir todas las formas de desigualdad y opresión vigentes, a las que considera responsables de esos males, sin por ello reducir un ápice de la libertad individual. Para lograrlo, no propone ninguna receta preconcebida ni ofrece ningún plan ni figura milagrosa. El modo de alcanzarlo es el ejercicio pleno de la libertad de cada uno de nosotros, en un plano de igualdad con todos los demás y anteponiendo la solidaridad a cualquier outro beneficio personal. Considera que parece sencillo decirlo, y muchos lo dicen, pero alcanzarlo implica una verdadera revolución, no sólo en la sociedad, sino en cada persona, pues milenios de dominación estatal y autoritaria han hecho perder la esperanza de su concreción. Sin embargo, no han logrado modificar la conjunción de elementos individuales y sociales que conforman al ser humano, que es donde en definitiva se apoyan los ideales anarquistas. Se aprecia que esto no tiene nada que ver con adorar e instigar el caos, la muerte y la destrucción como regularmente se identifica a los socialistas no parlamentaristas, al punto que la concepción teórica aparece en los diccionarios como sinónimo de desorden, perturbación, confusión. Welk señala que los socialistas plenos, como los ácratas, no van por ahí arrojando bombas a diestra y siniestra, ni les parece ninguna virtud agredir brutalmente a los demás en nombre del resentimiento social o individual, obedeciendo a un líder mesiánico o agitando la bandera de una ideología superior. Su búsqueda es menos estruendosa que la iluminada por la pólvora, pero a la vez es la única que sacude los cimientos de una estructura de dominación que, de tanto soportarla, parece natural pero no lo es. Visto su objetivo, no es accidental que la siniestra caricatura del socialista no asimilado (ya sea pleno o anarcosindicalista) esté tan difundida. El Estado y todo tipo de instituciones autoritarias, que han obtenido y obtienen sus prebendas de la desigualdad y de limitar la libertad de cada uno, utilizan cualquier medio a su disposición para presentar la propuesta de Fourier como una orgia irracional de fórmulas misteriosas (que no pueden ver tras las puertas de la comunidad) y la destrucción de la economía insolidaria, mientras ellos se asumen como los defensores imprescindibles de la ley y el orden. Es lo que cabe esperar de los detentadores de poder, que ninguna supremacía tendrían si el nuestras ideas se impusiesen. Pero nosotros fomentamos los cambios pacíficos desde la comunidad, auspiciando las libertades, aunque no el libertinaje. Cuando llegué a la colonia em Entre Ríos, su prosperidad era reconocida. Las tareas económicas eran completadas por las artísticas y de formación, no cayendo en las estrictas recetas de los sistemas estatales.
En cuanto a la educación, Durando había dispuesto que todos los integrantes de la colonia tuvieran un alto grado de instrucción, para ello creo una escuela de primeras letras a la que asistían los niños al cumplir los cuatro años, también funcionaba una escuela de artes y oficios que era considerada modelo en la zona, donde tanto hombres como mujeres aprendían distintos oficios, música, matemáticas, francés y castellano.
La banda de música era ampliamente reconocida en Entre Ríos, y para los exámenes finales se realizaban grandes festejos a los que asistían autoridades políticas y educativas de Colón, Concepción del Uruguay y Gualeguaychú. La prensa entrerriana de la época elogiaba la obra educativa de las escuelas del falansterio. Durando había logrado que toda la comunidad participara activamente del ideal de lograr conformar una sociedad perfecta a través de la disciplina y el trabajo, características propias del pueblo suizo y alemán. Las normas establecidas por Durando y su esposa Emma Tippet debían respetarse estrictamente. Generalmente muchos creían que se trataba de una dictadura encubierta de socialismo, pero los que así pensaban desconocían la realidad. Yo me hice cargo de las clases de teatro, pensadas como un medio de enriquecimiento cultural, sin intención de crear actores profesionales. Junto a la banda de música preparamos un soliloquio que presentamos durante 1908. Traté de reflejar en él la ignorancia de los que atacaban nuestro proyecto sin conocernos y el texto era didáctico pero mis indicaciones para representarlos buscaban un efecto de juego. Así con palabras adustas expuestas en tono burlón desde los actores, que rotaban al representarlo, aumentaba el objetivo de atraer por la propia parodia. Rescato algunos fragmentos de Falansterianos, los pérfidos esconocidos:
HOMBRE: En el sistema falansteriano permiten al hombre el libre vuelo de todas las pasiones, colocando su felicidad en la suma de todos los deleites y goces de esta vida, no admitiendo otra vida de premios y castigos, ¿cómo es posible que hubiese entonces hombres que voluntariamente se sujetasen a privaciones, sacrificios y sinsabores sin cuento? ¿Cómo se sacrificaría el bien propio al ajeno? ¿No inclinan por el contrario las pasiones al hombre a ser egoísta y a sacrificarlo todo al bien e interés propio? Además, en este sistema, siendo la propiedad común, pronto faltaría el estímulo para el trabajo, para la industria: los hombres activos, los laboriosos y de talento, viendo que trabajaban para los flojos, holgazanes y tontos, pronto se cansarían y se volverían holgazanes como los otros, quedando por último todos pobres, habiéndose procurado hacer todos ricos. Finalmente, en el régimen falansteriano, no podría haber felicidad ni tranquilidad alguna: el hombre, sin otra ley que su pasión, sin otro deber que seguir los impulsos de ésta, se haría indomable e insufrible hasta a sí mismo; entonces no habría otro derecho que la fuerza, ni otra ley que la del más fuerte: el hombre tiene una pasión extraordinaria por dominar y subyugar a sus semejantes, por procurarse toda clase de placeres y de deleites, aunque sea sacrificando a los otros; y una vez se viera sin freno, sin religión ni moral alguna, sin temer nada después de la muerte, ¿qué ley habría capaz de sujetarle? Toda ley perdería entonces su fuerza, y no ejercería ascendiente alguno sobre hombres que no conocen otra moral que el goce. Los más fuertes, los más poderosos sacrificarían a su bienestar a los más débiles, y las violencias, lãs injusticias y las opresiones serían el espectáculo cotidiano que nos ofrecería el régimen falansteriano.”
Y en otro fragmento:
HOMBRE: Por otra parte, la doctrina de los falansterianos es altamente inmoral. Concediendo y permitiendo al hombre la satisfacción de todas sus pasiones, aconsejando y fomentando el completo vuelo y desarrollo de las mismas, legitiman todos los vicios, todos los crímenes, todos los desórdenes, todas las degradaciones y extravíos de que es capaz la naturaleza humana. Nada hay en el régimen falansteriano que pueda contener al hombre; éste, lo mismo que la mujer, son libres para unirse en matrimonio cuando quieran, y para romper dicho matrimonio cuando les plazca; ellos son igualmente libres para verificar otras promiscuidades más repugnantes, y no deben cuidar de otra cosa que de tener muchas pasiones y muchos medios de satisfacerlas, como si no existiese otra vida, o el hombre no fuese otra cosa que una envilecida bestia. En cuanto al equilibrio de las pasiones de que tanto blasonan los falansterianos, creernos que es la más grande aberración, suponer que con el principio de la legitimidad de las pasiones y del libre desenvolvimiento de las mismas, se pueden satisfacer aquellas por completo, y tener la limitación y equilibrio necesario para la existência de la asociación y del régimen falansteriano: más fácil es, dice um escritor célebre, tener mil agujas derechas sobre una tabla de mármol. Hemos dicho que los falansterianos se proponen hacer la felicidad Del género humano; creen que esta consiste en explotar al globo, que se puede llegar a un estado en que desaparezca el mal del mundo, y que esto se obtendrá por medio del régimen falansteriano, haciendo desaparecer los vicios y defectos de la actual civilización, fuente y origen de todo mal. Su error proviene de haber ignorado el dogma del pecado original, creyendo que el hombre puede llegar a ser completamente feliz, sin mezcla alguna de mal en la tierra. Ciertamente que esto hubiera sucedido sino hubiera perdido la inocencia primitiva, pero la perdió por el pecado, y desde entonces se introdujo el mal en el mundo. Dios esparció multitud de penalidades y sufrimientos por el universo, para que sirviesen al hombre de expiación de su culpa, y al mismo tiempo de preservativo, para que no se olvidase de su origen y destino último, para que no se ensoberbeciese, antes al contrario, se humillase, viéndose sujeto a multitud de debilidades y flaquezas, y reconociese finalmente a Dios como autor de todos los bienes que posee. Cierto que Dios concede horas de solaz y consuelo al hombre, y quiere que este disminuya los males que le aquejan, y consiga una felicidad relativa por medio de la ciencia y de la virtud; pero esto no obstante, el hombre, mientras esté en este valle y lugar de lágrimas, estará sujeto a privaciones, sufrimientos y penas, según las leyes que Dios estableció como consecuencia del pecado; falso es también que el mal se halle en
un vicio y defecto de la organización social, sino que se halla en la corrupción y debilidad de la naturaleza humana. En esta experiencia comunitaria, Welk trabaja a partir de las emociones de sus alumnos. Solía lanzar un tema y pedía que cada integrante del taller sumara ideas o imágenes. Insistía en la libertad de los cuerpos como centro creador. Al respecto señala: No quería que los cuadros filodramáticos surgieran con la tosquedad propia de los grupos políticos contrarios al sistema. Había sido testigo de puestas muy rústicas en el campo anarcosindicalista y en el socialista marxista, que no divertían al público y menos a los que representaban. Cuando quien actúa no siente plenitud o alegría en su paso por el escenario, su mensaje carecerá de significado. No podrá transmitirlo, pues es imposible captar la atención de la audiencia cuando la solemnidad nos invade. Por ello solía mezclar ejercicios de vocalización con ejercicios corporales, para mejorar no sólo la postura, sino para que se alcanzara un reconocimiento completo del primer instrumento con el que contamos. Pues, al desconocer el cuerpo, perderemos su riqueza de expresión y quedaremos atados a movimientos rígidos, alejados de la realidad cotidiana.
Welk debió padecer los problemas que oscurecieron el cielo de la concreción práctica de la teoría de Fourier. Durando no había descuidado la cuestión espiritual dentro del falansterio, pregonando la libertad de credos, pero desde el primer día había utilizado su gran capacidad de convicción para cubrir las necesidades espirituales de las familias. Su palabra era considerada casi como divina por los miembros de la comunidad: cada atardecer repetía el rito de la concentración mediante la cual se comunicaba, según sus palabras directamente con "el gran padre" como él mismo se refería al creador, quien le ordenaba y guiaba sobre los caminos a seguir por el bien de la comunidad, cuyos miembros lo consideraban un elegido tocado por la providencia. Según los pobladores de esa parte de la provincia a diario llegaban al falansterio decenas de personas que eran amablemente recibidas por Durando quien realizaba curas y recetaba el uso de medicinas naturales. A comienzos del siglo pasado era previsible el enfrentamiento con la iglesia católica, cuyas autoridades le exigieron no continuar con la difusión de sus tan comentados contactos diarios con el creador. Se lo acusó además de obligar a los colonos a trabajar en días de guardar descanso, que los niños nacidos en la comunidad no recibían el sacramento del bautismo y que tampoco recibían enseñanza religiosa alguna.
Pero la cuestión fue mucho más allá: desde la cúpula eclesiástica se acusó a Durando de llevar adelante un culto espiritista en el falansterio, además de tener sobradas pruebas que el líder de la comunidad ostentaba el máximo rango dentro de la masonería.
Welk, asimismo, fue acusado de utilizar prácticas indecentes para formar a sus alumnos. Los sectores conservadores locales, que no comprendían el fenômeno de la comunidad, atacaban ahora hasta sus producciones artísticas. Welk comenta: La intolerancia de algunos en el exterior crecían. Pero no estaba dispuesto a cambiar mi criterio de un teatro destinado a liberar mentes. No pretendía enseñar declamación y supuestas obritas de buen gusto. Para que se entienda el punto de vista que seguía, es necesario tener presente su principal objetivo: transformar al pueblo, espectador, ser pasivo en el fenómeno teatral, en sujeto, en actor, en transformador de la acción dramática. Las diferencias debían ser claras, nunca aceptaría una posición en la que el espectador delega poderes en el personaje para que éste actúe y piense en su lugar. Más allá de que nunca intente crear actores profesionales, ya que el espíritu del colectivo estaba muy alejado de la fama y los privilegios de los intérpretes burgueses, propugnaba porque cada miembro del cuadro filodramático se reservara el derecho de pensar por sí mismo, muchas veces en oposición al personaje. Buscaba cierta concientización, en la acción misma. Y esta acción no concluía en el escenario ya que el espectador no debía delegar poderes en el personaje ni para que piense ni para que actúe en su lugar; al contrario, él mismo tenía que asumir su papel protagónico. Para luchar por la plenitud de la libertad en la comunidad el teatro también tenía cosas para decir, puede ser que no sea revolucionario em si mismo, pero seguramente es un ensayo de la revolución. El espectador liberado, un hombre íntegro, se lanza a una acción. Y aunque estas concreciones fueran ficticias, son acción en esencia.
En 1916, con la muerte de Jean Joseph Durando, los sueños de una sociedad perfecta comenzaron a desplomarse. Durante algunos años más, Louis Jatón, su mano derecha continuó guiando la comunidad, pero, poco a poco, los colonos fueron abandonando el falansterio, emprendiendo la explotación de pequenas chacras, esta vez como verdaderos propietarios o inquilinos. Welk, con su cuadro filodramático diezmado, decidió representar una pequeña obra de su autoría y dejar el emprendimiento. Partió a Europa, donde desarrolló múltiples tareas en el área cultural. De regreso a nuestro país en 1956, fundó tres bibliotecas concebidas como centros culturales. No descansó en su tarea formadora, siempre respetando el crecimiento en comunidad, hasta que la muerte lo alcanzó con cerca de cien años.
Concluía en su relato de la última experiencia en Entre Ríos: Ya nada quedaba por hacer. Una resistencia casi quijotesca solo extendió la vida de un espacio artístico que languidecía. Para despedirme, con los últimos tres alumnos que aún residían en la colonia, montamos “Injurias”, un melodrama simple, casi didáctico. No estaba a la altura de mis preferencias estéticas, pero sirvió como catarsis ante el desmoronamiento de un sueño de superación para la humanidad.
Rescato este diálogo, que explicitaba el estado de ánimo reinante:
RELIGIOSO: Son blasfemos que creen reemplazar las verdades reveladas con mentiras que los llevarán a la condena sin duda. Han sido recibidos con cortesía y la gente humilde pensó que eran laboriosos y útiles, más no tardó en surgir el objetivo de su llegada. Conciben a sus autoridades como dioses y se apartan de la fe. Colaboran con las fuerzas que sólo buscan el desorden, el caos permanente. Cada familia que ingresa pierde su libertad y debe seguir órdenes que desconocen lãs leyes naturales, entregándose a pasiones primitivas y disolventes.
HOMBRE LIBRE: Está equivocado. No perseguimos el fin de sus valores, en tanto éstos se funden en la solidaridad y el amor fraterno. Nos juzgan sin conocernos, con el único fin de ocultar sus propios errores. Predican el compartir, pero secretamente apoyan a los sectores que explotan al hombre. Hablan del amor y la entrega en el servir, pero solo esperan que el humilde los llene de atenciones burguesas. Tan lejos están de vuestros principios originales que se espantan al ver un grupo de hombres construir lo que ya sólo pueden atisbar como una utopia peligrosa. Son inquisidores modernos y a falta de fuego traen como método destructivo la difamación. Hemos sido pródigos en paz, tal vez ese fue nuestro mayor pecado. Al carecer de actores, utilizamos títeres de gran porte que yo mismo construí y manejé. Tan sólo presentamos la obra dos veces y no tuve tiempo para el ensayo adecuado, aunque el resultado no me defraudó.
1 Sobre Fourier, pueden consultarse: Hipólito Regnaud, Mancomunidad: vista sintética sobre la doctrina
de Carlos Fourier, Traducción de Israim, Revista Médica, Cádiz 1854; F. Armand & R. Maublanc, Fourier,
México, Fondo de Cultura Económica, 1940; Mirella Larizza, Presupuestos del anarquismo de Charles
Fourier, Algorta (Vizcaya, España), Zero (Colección Lee y Discute, serie V, 17), 1970; Carlos Sánchez-
Casas, Fourier, ¿socialista utópico?, Zero (Promoción del Pueblo, serie P, 60), Bilbao (España), 1973;
Emile Lehouck, Fourier o la armonía y el caos, traducción de María Teresa López Pardinas, Barcelona,
Labor (Maldoror 18), 1973; El fourierismo en España, Selección de textos y estudio preliminar de
Antonio Elorza, Madrid, Ediciones de la Revista de Trabajo (Clásicos 9), 1975; Actualidad de Fourier,
Coloquio bajo la dirección de H. Lefebvre, Caracas, Monte Avila, 1980; Diego Sevilla Merino, Utopía y
educación en Charles Fourier, Valencia, Promolibro, 1986, (otra edición en microfilm: Servicio de
Publicaciones de la Universidad de Málaga 1988, Tesis doctoral en 7 microfichas, 611 fotogramas);
Antonio Cabral Chamorro, Socialismo utópico y revolución burguesa: el fourierismo gaditano, 1834-
1848, Cádiz, Diputación de Cádiz, 1990; Arantza Campos Rubio, Charles Fourier: pasión y utopía, de la
atracción pasional a la política sexual, Universidad del País Vasco (Serie tesis doctorales), Lejona
(Vizcaya) 1995; Roland Barthes, Sade, Fourier, Loyola, Traducción de Alicia Martorell, Madrid Cátedra,
1997.
2 André Bretón, Obras completas, Paris, Gallimard, 1954.
3 Entrevista a Kurt Welk, realizada en buenos Aires, en 1983.
carlos_fos@yahoo.com.ar
http://www.telondefondo.org/
Revista Eletrônica Telon de Fondo - julio de 2009
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